
El huerto (o huerto de verduras y hortalizas) es una siembra de reducidas dimensiones y de cultivo intensivo con la finalidad de cosechar alimentos para el consumo familiar.1 Tiene su origen en el huerto tradicional europeo de pequeña extensión y por lo general dedicado al consumo familiar o la venta al por menor,2 síntesis de las culturas mediterráneas septentrionales (griega, romana y bárbara) y las meridionales (egipcia, mesopotámica y luego musulmana) del tipo conocido en italiano como «giardino dei simplice», o pequeño huerto doméstico.3a
Historia
Artículo principal: Historia de la agricultura
La alimentación humana se basó en un primer momento, durante el período Paleolítico, en la recolección de comestibles de origen vegetal que crecían de manera espontánea en la naturaleza y en la obtención de alimentos de origen animal a través de la caza, la pesca y otras técnicas. El desarrollo del cultivo de cereales en la evolución humana marcó la separación entre el Paleolítico y el Neolítico,4 dio origen al desarrollo de la vida sedentaria de los seres humanos, al surgimiento de los primeros pueblos y a la independencia de los obstáculos que la naturaleza le imponía a la obtención de alimentos (límites creados por las estaciones, el clima, las distintas épocas de cosecha, problemas de almacenamiento de alimentos, etc.), ya que los cereales pueden almacenarse para ser consumidos cuando se necesiten. No solo se desarrolló la agricultura propiamente dicha, sino una serie de técnicas que acompañaron el gran salto que implicó la Revolución Neolítica como son la creación de viviendas, caminos, utensilios diversos (arados, cestería, objetos y vasijas de cerámica, etc.) y que dieron origen a la creación de un modo de vida sedentario que contrastó con la larga historia nómada de los seres humanos.
Los ejemplos de horticultura intensiva más antiguos se producen en Mesopotamia, llegando a planteamientos monumentales como los Jardines Colgantes de Babilonia. Resulta complicado recopilar una síntesis de los jardines domésticos de vegetales a lo largo de la historia, ya que varían mucho en cuanto a sus características, escala de la producción, técnicas empleadas, vegetales cosechados y, sobre todo, finalidades o propósitos de las mini-parcelas ya que, a pesar del pequeño tamaño de este tipo de explotaciones pueden servir para algo más que un complemento de los vegetales de consumo diario en el hogar y pueden ser muy rentables, sobre todo cuando se dedican a flores o plantas de jardín y hasta viveros.
Este primer ejemplo de agricultura intensiva (poco espacio y escasos recursos, pero gran cantidad de mano de obra con respecto al tamaño de la explotación) tuvo una evolución similar a escala mundial, pero con variables locales y regionales con relación a los tipos y técnicas de cultivo, plantas empleadas, necesidades locales y regionales, disponibilidad de agua y otros recursos, clima, etc. Es el nacimiento de la horticultura, de la jardinería útil, del proyecto inicial de todas las viviendas rurales en todo el mundo, de la economía complementaria del habitante del pueblo o de la ciudad y, al mismo tiempo, una verdadera escuela agrícola de pequeña escala, en la que se desarrollan de manera empírica (principalmente), las técnicas agrícolas más avanzadas que se conocen sobre el cultivo intensivo.
Tipología
Huerto familiar


Aunque se plantea como un invento reciente o un modelo nuevo, por sus implicaciones de conciencia ecológica, anticonsumismo, economía ambiental, etc, los huertos familiares comenzaron a desarrollarse ya en la prehistoria con el proceso de reutilización de las semillas (semilleros) y los desechos orgánicos generados diariamente para preparar uno de los elementos para abonar los cultivos: el compost o abono orgánico5 Para su buena práctica es interesante conocer el calendario de siembra y las recomendaciones de los especialistas para la instalación y mantenimiento de un huerto urbano.6
Huerto urbano
Como ya se ha sugerido, el huerto urbano puede datarse en los albores de la agricultura durante la revolución neolítica, dentro de las labores de siembra, se esparcían semillas alrededor de la cueva o vivienda donde residían, como medida de seguridad, y como granero para las épocas de escasez.
En pleno siglo xxi, las propuestas de agricultura urbana, huertos colectivos, etc. pueden funcionar, además de como bases de consumo controlado, como pequeñas escuelas para implicar a los más jóvenes en los procesos naturales (siembra, crecimiento, cuidados, floración-reproducción, injertos, cosecha, poda, conservación, elaboración de alimentos, resiembra). La suma de los propósitos productivos y el contenido educativo y reconstructivo, ayuda -según los expertos- a fortalecer la integración y el trabajo en equipo y recuperar la autoestima, como así también promover hábitos nutricionales saludables.7 En el mejor de los casos, estas experiencias comunitarias o sencillamente familiares habilitan un sistema de producción continua en el que se aporta trabajo y conocimiento todo el año y se obtienen hortalizas frescas, frutas y hierbas aromáticas.
Huerto escolar
Según la FAO,
los huertos escolares pueden ayudar a mejorar la nutrición y la educación de los niños y de sus familias, tanto en las zonas rurales como en las urbanas… constituyen una plataforma de aprendizaje…no debería ser considerado como una fuente de alimentos, rentas o ingresos, sino como un medio para mejorar la nutrición y la educación.8
La necesidad cada día más acuciante de proporcionar una buena dieta tanto a los niños de países subdesarrollados, debido a la carencia de alimentos, como a los de países industrializados, por los malos hábitos, ha hecho que gobiernos y asociaciones internacionales para el desarrollo pongan su atención en los huertos escolares. Además de mejorar la nutrición de los niños, incentivándoles con el cultivo de sus propias hortalizas, frutas y verduras, se les enseña a proteger el medioambiente, técnicas de cultivo y se ayuda a la subsistencia familiar, entre otros objetivos.9
En algunos centros educativos, se montan pequeños huertos escolares en grandes mesas de cultivo.10
Huerto ecológico
La agroecología es definida como «la ciencia, el movimiento y la práctica»1 de la aplicación de los procesos ecológicos en los sistemas de producción agrícola. Su unidad básica de estudio son los agroecosistemas, incluyendo sus componentes socioculturales, económicos, técnicos y ecológicos, no solo con el objetivo de maximizar la producción, sino también de optimizarla. Como disciplina, la agroecología integra también el conocimiento ecológico tradicional procedente de las experiencias de agricultores familiares de comunidades indígenas y campesinas. Por lo tanto, la base de conocimiento de la agroecología se constituye a través de la sistematización y consolidación de saberes y prácticas, convirtiendo el conocimiento tradicional empírico en conocimientos metodológicos con bases científicas, apuntando a la sociodiversidad y a una agricultura ambientalmente sostenible, económicamente eficiente y socialmente justa.
La agroecología se basa en la aplicación de principios que combinan valores ecológicos y sociales, cuya aplicación se adapta a distintos contextos socio-ecológicos y también a distintas escalas, desde la muy pequeña para el autoconsumo hasta la gran escala, incluyendo el nivel de paisaje. La agroecología tiene como principio fundamental la agrobiodiversidad, pues a partir de ella es posible el restablecimiento y fortalecimiento de las funciones ecológicas que mantienen la resiliencia ecológica y social de los sistemas productivos. Los procesos ecológicos y sociales que desencadena la producción agroecológica la posicionan como una estrategia para el cambio transformativo en la alimentación sustentable,2 incluyendo en crisis contemporáneas como pandemias.3 Según la Organización de la Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), la agroecología «trata de optimizar las interacciones entre las plantas, los animales, los seres humanos y el medio ambiente, al mismo tiempo que aborda la necesidad de sistemas alimentarios socialmente equitativos en los que las personas puedan elegir lo que comen, cómo y dónde se produce».4
Bases de creación

La agroecología plantea desde su nacimiento la necesidad de un enfoque múltiple, que hace gala de una visión holística, integrando ideas y métodos de varias disciplinas; muy en la línea de la teoría general de sistemas que el austriaco Ludwig von Bertalanffy desarrolló, en los años veinte del pasado siglo, para las ciencias biológicas. Es decir, que los procedimientos analíticos de investigación aplicados por las ciencias, de los cuales la agronomía es un claro ejemplo, son en exceso reduccionistas, puesto que tienden a despreciar las interacciones que se producen entre las partes que constituyen el objeto de estudio. Tal reducción sólo sería posible si no existiesen interacciones, o si éstas fueran tan débiles que pudiésemos despreciarlas por su escasa influencia.
Junto a la visión holística veamos qué otros elementos han colaborado en la gestación de esta ciencia. Según Susanna Hecht,5 la Agroecología incorpora un enfoque de la agricultura más ligado al medioambiente y más sensible socialmente; centrado no sólo en la producción sino también en la sostenibilidad ecológica del sistema de producción. Respecto a la agronomía clásica en la agroecología se introducen tres elementos que resultan claves: la preocupación medioambiental, el enfoque ecológico y la preocupación social.
La preocupación ambientalista surge a raíz de la constatación de los efectos que sobre el medioambiente está produciendo la generalización de un modelo de agricultura química, que se fundamenta en el uso intensivo del terreno de cultivo, en una alta incorporación de insumos y, por tanto, de energía. La visión ecológica se basa en considerar los terrenos de cultivo como unos ecosistemas, dentro de los cuales también tienen lugar los procesos ecológicos que suceden en las formaciones vegetales no cultivadas. Si para la ecología el objeto de estudio es el ecosistema, para la agroecología su objeto ha de ser el agrosistema —o agroecosistema—; el cual puede ser definido como un conjunto de componentes físicos y sociales, unidos o relacionados de manera tal que forman una unidad, un todo cuyo objetivo básico no es otro que la producción de alimentos de manera sustentable. Esta visión interesa especialmente a la creciente agricultura ecológica, convirtiéndose así la Agroecología en el referente de quienes practican ese modo de producir alimentos. La perspectiva social, económica, política y cultural, se incorpora en la agroecología al constatar que en la agricultura los factores socioeconómicos y políticos, influyen decisivamente en las estrategias y decisiones de los agricultores.
Igualmente en la definición de esta nueva ciencia influyeron de manera importante los trabajos desarrollados desde las perspectivas de la Antropología y la Geografía, para describir y analizar las prácticas agrícolas de los pueblos indígenas y los campesinos tradicionales y, en especial, para desentrañar cuál era la lógica que se aplicaba en estos agrosistemas, basándose para ello en la recuperación de la tradición oral.6 Los sistemas tradicionales mostraban una preocupación por el uso de los recursos para la subsistencia no centrándose en exclusiva dentro del campo de cultivo, sino manejando a la perfección las interacciones dentro del propio.
Fundamentos de aplicación
El enfoque de la agricultura convencional siempre ha buscado incrementar la producción de cosechas agrícolas sin considerar las consecuencias posteriores sobre el ambiente en el que se practica. Así ocurre, por ejemplo, con la labranza intensiva del suelo, práctica de monocultivo, uso indiscriminado de fertilizantes sintéticos, el control químico de plaga y arvenses, uso intensivo de agua de pozos profundos para la agricultura y la manipulación genética, entre otras prácticas de la agricultura moderna.
Los agroecologistas no siempre están de acuerdo acerca de lo que la agroecología es o debería ser, a largo plazo. Diferentes definiciones del término agroecología se pueden distinguir en gran medida por la especificidad con la que se define el término «ecología»; así, la agroecología es definida por la OCDE como «el estudio de la relación de los cultivos agrícolas y el medio ambiente». Y es de las que más se adecua en todos los enfoques a lo que es la agroecología.7

Estas son prácticas promovidas y aplicadas bajo el enfoque de la agricultura tradicional. No se debe descuidar y negar que la aplicación de las prácticas e innovaciones tecnológicas convencionales incremente la producción agrícola, pero tampoco se puede negar que su práctica en actividades agrícolas deteriora los recursos naturales en forma considerable y ocasionalmente irreversible.
El deterioro de la cubierta vegetal, la erosión del suelo (eólica, hídrica, de fertilidad), el incremento de la salinidad de los suelos, disminución considerable de los mantos freáticos, la pérdida de diversidad agrícola biológica y genética, la resistencia constante de plagas y enfermedades agrícolas, el azolve de presas, las inundaciones naturales, la eutrofización de lagos y la contaminación del aire, son algunas de las múltiples consecuencias de la agricultura basada en agroquímicos y en el uso de grandes cantidades de energía.
Ante los múltiples factores negativos de la agricultura convencional, emerge la concepción de la agroecología, y la tecnología de la agricultura ecológica, que promueve la producción agrícola conservando los recursos naturales elementales de la producción de alimentos tales como el suelo, agua y biodiversidad. Estas acciones se basan en el respeto a las comunidades rurales (quienes aportan el material genético mejor adaptado a las condiciones locales) y a los principios éticos y humanos en la realización de estas actividades.
La agricultura ecológica, como puesta en práctica de la ciencia agroecológica, puede ser altamente productiva y a su vez sostenible en producción y conservación a largo plazo con la finalidad de poder solventar el abastecimiento de alimentos a una creciente población humana. En esta perspectiva, el diseño y manejo de agroecosistemas sostenibles no puede ni debe abandonar las prácticas convencionales sino que debe considerar las prácticas tradicionales para justificar su sostenimiento. Se trata de diseñar científicamente nuevas concepciones y tecnologías agrícolas, sobre la base de los métodos y conocimientos ecológicos actuales y los principios tradicionales de conservación de los recursos naturales que muchas comunidades rurales tienen y en las que cubren sus necesidades alimentarias sin requerir grandes insumos externos en su ciclo productivo.8 En concordancia con esto Gliessman menciona que La agroecología debe integrar ciencia, tecnología y práctica, y los movimientos para el cambio social.9
Los países europeos, seguidos por otros altamente industrializados tales como Estados Unidos y Australia, han implementado algunos principios agroecológicos en sus políticas de desarrollo agrícola pero no han sido de mucho impacto debido a empresas fabricantes de semillas transgénicas, agrotóxicos y demás componentes químicos orientados a la práctica de la agricultura convencional a gran escala tales como Monsanto, Río Tinto Alcan, entre otras, han ejercido mucha presión para promocionar un modelo de agricultura industrializada convencional de alto impacto ambiental, y pese a que se ha comprobado la nocividad de sus productos para el ser humano y para los suelos, incluso con prohibiciones de distribución en países como Francia, aún continúan expendiendo sus productos altamente tóxicos en países de Asia y Latinoamérica, donde actualmente las tendencias agroecológicas están tomando nueva fuerza, oponiendo resistencia al uso de estos productos que en muchos países como Paraguay, están poniendo en peligro de extinción semillas originarias y milenarias de la región del Mato Grosso y la Cuenca del Río Paraná.
Principios agroecológicos

La agroecología no facilita recetas, ni paquetes técnicos, ni normas, ni prescripciones. Se basa en la aplicación de cinco principios básicos:10 reciclaje, eficacia, diversidad, regulación, y sinergias. La elección de las prácticas de gestión y de las tecnologías para la aplicación de estos principios es siempre específica al lugar, determinada por un contexto socioecológico concreto. La falta de normas y sistemas de certificación diferencia a la agroecología de la agricultura orgánica. La FAO además, encuentra diez elementos claves para la agroecología entre los cuales encontramos la diversidad, creación conjunta e intercambio de conocimientos, sinergias, eficiencia, reciclaje, resiliencia, valores humanos y sociales, cultura y tradiciones alimentarias, gobernanza responsable, y economía circular y solidaria.11
Adaptabilidad: que consiste en no modificar el sitio de cultivo para tratar de satisfacer las necesidades de las especies, sino, usar una estrategia de adaptación del potencial biológico y genético de estas a las condiciones del lugar.
Reciclaje natural: para asegurar condiciones de suelo favorables aumentando la actividad biótica, la disponibilidad y aporte de nutrientes y la retención de humedad, a través del manejo de la materia orgánica, reciclado de biomasa y aumento de la cobertura.
Preservación: para asegurar mucho más la salud del agroecosistema en su totalidad, que el producto de un sistema de cultivo en particular. Aumentando las interacciones biológicas y las sinergias entre los componentes de la biodiversidad promoviendo procesos y servicios ecológicos claves.
Racionalidad tecnológica: para eliminar progresivamente el uso de insumos externos sintéticos que tienen el potencial de dañar el ambiente, e ir hacia el uso de insumos de origen natural y fuentes renovables de energía, tanto para el aporte nutricional como para el manejo de plagas, enfermedades y arvenses.
Restauración Ecológica: según la Sociedad Internacional para la Restauración Ecológica, consiste en «asistir a la recuperación de ecosistemas que han sido degradados, dañados o destruidos, en la agroecología se puede utilizar técnicas que ayuden a recuperar espacios que fueron dañados por la agricultura convencional los cuales utilizaron agroquímicos, usando la ciencia como parámetro principal buena labranza, abonos orgánicos, simbiosis entre plantas.